Un acto impío en la Casa de Dios

Dentro de la Ciudad de Kufstein, la luz del amanecer brillaba a través de la Capilla privada del Palacio Real. Dentro de esta sala no había sacerdote, solo un altar, y una gran cruz dorada representando la gloria del Dios Todopoderoso.

Arrodillada ante este altar, estaba nada menos que la Emperatriz de Alemania, Adela von Kufstein. Desde hace tiempo, la culpa había superado a esta joven mujer. Hace meses, había participado en un acto bastante pecaminoso con su esposo y su otra esposa. Como mujer que creció en una Casa devota y recta, las imágenes de lo que hizo esa noche la marcaron mentalmente.