Un reencuentro inesperado

Berengar y Honoria bajaron del muelle y saludaron al emisario enviado por la Corona Bizantina para dar la bienvenida a sus invitados alemanes. El hombre en cuestión era alguien que Berengar no reconoció. Parecía tener unos treinta años y era bastante alto para ser un hombre del este. El hombre tenía piel oliva clara, ojos marrones y cabello oscuro ondulado que caía hasta sus hombros. También lucía una barba finamente arreglada, dándole una apariencia bastante llamativa.

El hecho de que Vetranis hubiera enviado a un desconocido para saludar a Berengar llenó su mente con un sentido de precaución. Después de todo, él y su novia estaban en Constantinopla por un propósito oculto y traicionero que, si se revelara, sin duda causaría serios problemas diplomáticos. Sin embargo, a pesar de sus pensamientos paranoicos, Honoria parecía saber quién era este hombre y tenía una expresión demasiado emocionada mientras corría hacia él y caía en sus brazos.