Han pasado horas desde que Berengar y Tlexictli cayeron por el borde del acantilado. Tirado en el lecho del río estaba el joven Emperador Alemán, quien despertó de su estado inconsciente con dolor de cabeza y el cuerpo húmedo. Su primer instinto fue mirar a su alrededor y examinar sus alrededores. En el momento en que finalmente obtuvo claridad, se dio cuenta de que estaba solo en la jungla, con nada más que su espada y unas pocas balas sueltas para hacerle compañía.
Después de llegar a esta realización, buscó desesperadamente su brújula, la cual inmediatamente se dio cuenta que estaba perdida. Debió haber caído de su bolsa cuando rodaba por el acantilado, o eso pensó. Berengar gimió mientras estiraba sus piernas y se levantaba del lecho del río, estirando su cuerpo dolorido para asegurarse de que todo aún funcionara.