En los días siguientes Berengar y su hijo Ghazi viajaron desde la costa de Gibraltar hasta la capital de Al-Ándalus. Cabalgaban en un carruaje blindado, que estaba protegido por miembros de la Guardia Imperial. La caravana viajó por algún tiempo antes de llegar a la ciudad de Granada, donde tanto los restos del Ejército Real de Granada como los Pacificadores Imperiales Alemanes los recibieron.
Las calles de la ciudad habían sido despejadas, y todos los que habitaban dentro de sus muros fueron obligados a regresar a sus hogares por el momento. Sin embargo, eso no impidió que hombres, mujeres y niños miraran por las ventanas para ver qué invitado importante había llegado.