Unos momentos después de recibir una bofetada de Liu Lanzhi, Fu Kuan lentamente luchó por levantarse del suelo, antes de escupir una docena de dientes ensangrentados.
Aunque Liu Lanzhi contuvo su fuerza durante la bofetada, debido a que Fu Kuan era tan débil como un mortal ordinario y no había refinado su cuerpo físico, esa bofetada se sintió como si un toro hubiera arremetido contra su cara.
Ahora con menos de la mitad de sus dientes restantes, Fu Kuan miró a Liu Lanzhi y gritó:
—¡Maldita perra! ¡Si no fuera por Su Yang, la Secta de la Flor Profunda habría desaparecido hace meses!
Las cejas de Liu Lanzhi se crisparon al oír sus palabras, pero no expresó ninguna ira y logró mantenerse tranquila.
—No voy a discrepar contigo en eso, ya que es la verdad. De hecho, sin Su Yang, la Secta de la Flor Profunda no estaría aquí hoy, y ni yo ni la Secta podríamos jamás retribuirle completamente.
Liu Lanzhi habló desde el fondo de su corazón, provocando que Fu Kuan temblara de ira.