El Anciano Jun, por otro lado, lo notó con bastante facilidad.
Se acercó a la esquina y recogió la Hada del Viento en su mano con delicadeza mientras comenzaba a observarla.
«No hay signos de contacto de emergencia con la hada. ¿Cómo lo lograste?» —inquirió con una mirada suspicaz en su rostro.
—Todo es gracias a la píldora que me dio el Anciano Jun —respondió Long Chen.
—Deja de mentir. La hada ni siquiera puede comer la píldora y tampoco confía en los humanos. ¿Cómo lo hiciste?
—No estoy mintiendo, Anciano. Está durmiendo por los efectos de su píldora —respondió sonriente Long Chen.
—Muy bien, entonces, dime cómo le diste la píldora —el Anciano Jun inquirió con una mirada suspicaz en su rostro.
—Simple. Se sabe que la hada se alimenta de la sangre de humanos y bestias dormidos. Utilicé ese conocimiento a mi favor —dijo Long Chen.
La expresión del Anciano Jun cambió como si hubiera sido golpeado por la realización.
—¿Significa eso que tú... —dejó escapar suavemente.