Antes de que Hun Fang pudiera siquiera recuperarse por completo del haz de energía volátil que le atravesó el estómago, se encontró con otro problema emergente.
Rayos negros aterradores estallaron aparte la habitación en la que se encontraban. Sentía que si le golpeaban esos rayos, el daño que sufriría sería mucho más grave que un simple agujero que podría sanar en un minuto.
Apretó los dientes de frustración. —No se supone que sea así. No puede ser así. No puedo permitir que esta pelea continúe por mucho más tiempo— pensó.
Había cosas que necesitaba hacer. Cosas que tenían que hacerse lo antes posible. Cuanto más se prolongaba esta pelea, más desventajosa era para él.
—¡Maldita sea! Desde el principio, nunca fui un combatiente frontal. ¿Por qué debería un asesino participar en un combate cara a cara?— se lamentó en su interior.