Leonel miró por las ventanas del transbordador con una expresión seria. A pesar de que ahora estaban viajando varias veces más rápido que en el jeep, la sensación de inquietud en su corazón se negaba a desaparecer.
El transbordador era grande y espacioso. Después de todo, había llevado a seis hombres a este lugar. Gracias a esto, Aina pudo acostarse en la parte trasera, tratando de controlar sus heridas.
En cuanto a Leonel, se sentó al frente, con su lanza de madera sobre su regazo. Sin embargo, la lanza actual no era como antes.
Aunque ya era cruda, la lanza primitiva actual estaba al borde del colapso. Estaba agrietada en muchos lugares y parecía que se astillaría bajo la más mínima fuerza.
Leonel tenía una vaga sensación de que en el momento en que la lanza se rompiera, no podría entrar en ese estado nuevamente…
«Necesito mantener la calma. Entrar en pánico no me va a ayudar».
—¿Hay una señal GPS proveniente de este transbordador? Si es así, ¿cómo la apago? —preguntó Leonel.