Súcubo

Leonel solo pudo contener sus lágrimas. Como no fue capaz de controlarse al entrar en la consciencia del dueño de la lanza, solo pudo ser un observador pasivo.

El mundo en sí no tenía nada especial. No tenía el aire exótico de la jungla del hombre primitivo. En cambio, parecía ser una pequeña aldea, no muy diferente de la primera aldea en la que Leonel y Aina aterrizaron en la Zona de Francia.

La mujer estaba practicando su habilidad con la lanza en algunos objetivos de madera. En el momento en que Leonel fijó su atención en sus movimientos, se olvidó completamente de lo agraviado que se había sentido hace solo instantes.