—¡Arqueros!
La voz del Señor de la Ciudad Hargrove resonó una vez más. En un momento, no había nadie más que este singular y aparentemente frágil Señor de la Ciudad en los muros de la ciudad. Pero, en el siguiente momento, aparecieron dos filas de más de cien arqueros, cada uno con la luz de un experto en sus ojos.
Se hizo evidente muy rápidamente que Hargrove no tenía intención de entrar a la prisión. ¿Por qué emprendería tal tarea ingrata?
No, su objetivo era simple. Cualquier guardia o Alcaide que escapara de esta prisión encontraría una flecha entre los ojos. En cuanto a los prisioneros, serían recibidos con los brazos abiertos.
Los prisioneros de la Tierra ofrecían dos oportunidades. No solo proporcionarían un gran aflujo de individuos talentosos, sino que también permitirían obtener el mismo número en personas de Quinta Generación. Esto mataba dos pájaros de un solo tiro.