El tiempo pareció ralentizarse hasta casi detenerse.
Leonel nunca había esperado que algo así sucediera. Después de ser arrastrado por una misteriosa habilidad de espejo, su entrenador Owen había volado de regreso más de cien metros desde Lionel. La distancia que los separaba no podía considerarse pequeña. Según cualquier lógica, no debería haber sido posible atacar al Duque Gobernador sin darle tiempo a Leonel para responder.
Pero, los hechos estaban ante todos ellos. La propia lanza del entrenador Owen atravesó su vientre, su sangre pintando el asta de carmesí.
Con un tosido, Escobar se desplomó hacia atrás, su respiración volviéndose increíblemente superficial.
Los ojos de Aina se abrieron de par en par. Pero en el siguiente instante, su mirada se volvió hacia Leonel, destellos de preocupación iluminando sus pupilas.