Leonel cerró los ojos. Por un momento, todo lo demás en el mundo pareció desvanecerse. Su respiración se volvió constante y su corazón se detuvo, incluso su mente, acostumbrada a correr a velocidades imposibles, se ralentizó. Después de un momento, incluso sus pensamientos se volvieron vacíos.
En un momento así, lo que uno debería estar sintiendo era miedo. Viendo a semejante monstruo ante ti, un hombre dotado con un talento que otros ni siquiera podrían esperar comprender, ¿qué elección había aparte de desesperarse?
Sin embargo, esta no era la realidad que Leonel veía ante él. Más bien, vio un camino que de repente se encendió en llamas, abriendo un sendero que no había notado antes. Era como si siempre hubiera estado siguiendo el camino equivocado, completamente ajeno al correcto que siempre había estado al alcance de la mano.