Aina sintió como si un peso enorme hubiera sido quitado de sus hombros de repente. Al ver a Leonel erguido y altivo, una lluvia de sangre cayendo a su alrededor, no pudo evitar que una sonrisa floreciera bajo su máscara. Si otros hubieran podido verla, habría sido el tipo de sonrisa que calienta el corazón independientemente de sus cicatrices.
Otras mujeres, al presenciar tal carnicería, sentirían sus entrañas retorcerse y sus estómagos volcarse. Pero, para Aina, no podía haber sido una vista más hermosa en ese momento.
Leonel avanzó, las cadenas de sus lanzas danzando como si fueran las campanillas de una campana. Su júbilo se disparó a través del campo de batalla, sus cuerpos entrelazándose y oscureciendo los cielos sobre ellos.
La velocidad de Leonel parecía tocar un nuevo nivel. Su cuerpo estaba completamente envuelto en Fuerza Universal, haciendo que sus acciones respiraran con una confianza que no se podía negar.