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Leonel se despertó de otro largo sueño, su cuerpo aún dolía. En verdad, quería volver a la cama de nuevo, pero no tenía el lujo.

Esta vez, no encontró a Aina a su lado. Pero, con un solo barrido de su Vista Interna, pudo verla en los jardines de la Configuración de Morada, balanceando diligentemente su espada.

Perlas de sudor caían de su frente, siguiendo la pendiente de sus mejillas y nariz. Por alguna razón, había elegido quitarse la máscara en este momento. Pero, conociéndola, Leonel no necesitaba pensar mucho para idear algunas razones.

Ya sea para ayudar a su entrenamiento o para ser un recordatorio constante, cualquiera de las dos era una apuesta segura.

Leonel suspiró pero no dijo nada ni la interrumpió.