Silencio. Había muchos tipos de emociones que el silencio podía retratar. Había silencios cómodos, silencios atónitos, incluso silencios asesinos. Pero, cuando uno se enfrentaba a una vista que nunca pensó ver en toda su vida, era entonces cuando nacía un silencio que marcaba el alma para toda una vida.
Este era el tipo de silencio que atrapaba los pensamientos y enhebraba los sueños, el tipo de silencio que se negaba a ser olvidado y no podía ser ignorado.
Y en el centro de todo, había un joven con furia iluminando sus ojos. A su espalda, estaba la persona que más le importaba, la luz de su camino hacia adelante siendo iluminada por sus emociones.
Leonel dio un paso adelante. Cruzó a través de la barrera de espacio fluctuante como si no pudiera sentir el peligro, elevándose hacia los cielos como si fuera una deidad mirando hacia la Tierra. Por un momento, pareció eclipsar incluso el Palacio de Ascensión, parado en un plano que superaba el pensamiento.
—¡Salgan de aquí!