Déjame verlo*

Max estaba sentado en la cama, mirando a María, quien estaba frente a él con la cabeza gacha. Max también podía ver su cuerpo temblar un poco.

—¿María, verdad? —preguntó él.

—S-Sí, mi señor —María asintió, con su voz temblorosa.

—No estés tan nerviosa, María —dijo Max suavemente y luego dio una palmada en la cama a su lado y dijo—. Ven, ven aquí y siéntate a mi lado.

—¡S-Sí! —María se sobresaltó al oírlo. Después de dudar un poco, caminó rígidamente hacia él y se sentó a su lado.

Max extendió su mano y levantó su barbilla para ver mejor su hermoso rostro.

—Escalofrío

Cuando su mano la tocó, el cuerpo de María tembló y ella quería saltar lejos de él por nerviosismo, pero resistió el impulso, ya que eso probablemente haría que Max se enfadara.

Ella le dejó levantar su cara e intentó actuar con calma. Sin embargo, no pudo evitar cerrar los ojos de vergüenza. Su cara se volvió roja y su respiración se volvió errática.