«Ven a mi habitación.»
La voz de la abuela sonó en su cabeza tan pronto como entró en la mansión.
Lo había esperado, por lo que no se sorprendió y fue a su habitación. Tan pronto como llegó frente a su puerta, esta se abrió sola y él entró.
—Chico, ¿sabes que estás jugando con fuego aquí? —la abuela, que estaba sentada con las piernas cruzadas en su cama, preguntó con el ceño fruncido.
—No te preocupes, abuela. Nadie por debajo del reino del mago supremo puede reconocerla —Max le dijo con calma.
—¿Oh? —la abuela mostró una expresión de sorpresa al escuchar esto y preguntó—. ¿Estás seguro?
—Sí.
La abuela quería decir algo cuando de repente notó algo y preguntó, —¿Estás herido?
—Sí. Pero nada de qué preocuparse —Max se encogió de hombros.
—Está bien. Ahora dime, ¿por qué y cómo tienes siquiera un demonio contigo? ¿Es uno de los demonios exploradores que llegaron antes del ejército demoníaco? —preguntó, curiosamente.