Rehén

—¡Arrrrrggghhhh! ¡Eres tú otra vez! —gritó el príncipe negro.

La mueca de su furia se retorció en una risa maniaca que resonó entre los árboles.

—¡Urrg..! ¡Bien! ¡Bien! ¡Esperaba poder matarte esta noche! Caballeros, escuchen mi orden…

Antes de que pudiera terminar sus palabras, Emery desapareció de donde estaba y al momento siguiente, estaba justo frente al príncipe con una ráfaga de viento acompañando su paso relámpago.

En un instante, Emery sacó la daga negro azabache que había perforado el hombro de Eduardo antes y la presionó hacia el cuello del príncipe.

La sonrisa del príncipe desapareció instantáneamente, solo para ser reemplazada por un escalofrío por su espalda. Sus pies temblaron como un cordero asustado yendo al matadero, justo frente a sus leales caballeros.

—¿Qué… Cómo…?! ¡Espera! ¡Espera!