Todavía había algunos caballeros rodeándolo, pero por ahora, la mirada de Emery no vacilaba de la figura que emergía de las sombras. La cantidad de energía espiritual que poseía la figura hacía que el aire fuera denso, cada respiración que tomaba crepitaba con ráfagas de poder. Los caballeros circundantes apretaron los dientes en respuesta mientras el aire chisporroteante les cosquilleaba la piel y hacía que incluso respirar fuera incómodo. Emery apretó su daga con fuerza y se lanzó a su alrededor, matando al último de los caballeros que lo rodeaban con un rápido tajo en el cuello.
—¡Chapoteo!