Emery se encontraba frente al enorme árbol mítico que llegó a conocer como Gaia.
La suma sacerdotisa estaba ocupada cuidando el árbol, mientras tocaba algunas partes de su tronco masivo con manos resplandecientes, dejando que la luz verde sanara la corteza descascarada y ligeras imperfecciones. Emery podía sentir las extrañas alteraciones de energía en el aire, era como si la sacerdotisa estuviera dando algo, pero también tomando algo al mismo tiempo.
—Veo que tuviste toda una aventura, Emery.
La elección de usar la palabra "aventura" para su experiencia cercana a la muerte casi hizo que Emery rodara los ojos, pero resistió el impulso, ya que, hiciera lo que hiciera, el hecho permanecía, la Dama del Lago lo había salvado. Al final, eligió asentir como señal de respeto antes de decir:
—Sí, Suma Sacerdotisa. Le extiendo mi gratitud por salvar mi vida.