Ye Dong estaba muy enojado, y una luz siniestra brilló en su ojo. —Yun Luofeng, siendo una joven, ¡hablas a lo grande! ¿Cómo te atreves a afirmar que una simple criada puede resistir a los Guardias Imperiales? ¡Vamos, muéstrame la fuerza de esa pequeña criada!
Generalmente, una pequeña criada como Qing Yan no tendría una gran fuerza; ¡de otro modo, no estaría sirviendo como criada!
Esta afirmación podría ser correcta si Qing Yan no hubiera conocido a una maestra como Yun Luofeng. Probablemente entonces pasaría su vida en el fondo de la sociedad y no sería capaz de alcanzar su estado actual.
Sin embargo, Qing Yan tuvo suerte. Tenía a Yun Luofeng como su maestra, quien estaba dispuesta a ayudarla a cultivarse, así que podría tener una vida extraordinaria.
Viendo la cara de suficiencia de Ye Dong, Ye Ling sonrió sarcásticamente, sus ojos llenos de desprecio.