Pero la mente de Daryn estaba inquieta. No podía dejarlo pasar. Tenía que vengar lo que Maya le hizo a Amanecer. Y esa necesidad de venganza hormigueaba bajo su piel. Arañaba su alma como una herida. No había compasión en su mente. Las llamas de la venganza ardían con fuerza y a menos que tomara una acción, solo cenizarían su alma. Su paz interior se quebró el día en que Maya ordenó el asesinato de Amanecer. La habría derribado, pero ella había acumulado demasiadas decepciones, demasiadas mentiras a su alrededor como una araña. Era hora de que ella entendiera lo que significaba meterse con el Alfa no solo del Clan de Plata sino de los hombres lobo.
—¿Qué es Ulfric? —preguntó Amanecer perezosamente, interrumpiendo su ensoñación.
Amanecer había cerrado los ojos mientras descansaba sobre el hombro de Daryn. Estaban durmiendo en su cama. Esa pequeña cama era tan acogedora que Daryn, el CEO de la Casa de Plata no quería dormir en otro lugar.