—Por favor, no te preocupes tu linda cabecita con eso, Pía —dijo Daryn. Su esposa había hecho un excelente trabajo, su padre era fenomenal y no estaba preocupado por los niños porque todo lo que quería era una vida larga con la única persona que lo hacía sentir vivo. Se reía por dentro. Miró a su padre y asintió diciendo un 'gracias' mental.
—Daryn, cuida tu lenguaje. No puedes hablarle así a Pía —dijo con voz entrecortada Caleb, con las piernas bien abiertas, los codos alejados del cuerpo y el pecho hacia adelante.
—Lo siento, Caleb, pero incluso Pía no puede hablarle así a mi esposa. Ella no tiene derecho a cuestionar si podemos tener hijos o no —respondió Daryn con rigidez en su expresión. Esto se estaba poniendo feo. Quería levantar a Amanecer en sus brazos y salir de la Mansión Plateada, cuya puerta parecía estar a más de mil millas de distancia en ese momento.