—Cole rió con alegría. —Estoy listo Quetz. Estoy listo… por ti... —Colocó sus manos sobre su hombro. —Voy a esperar porque si eso es lo que se requiere, entonces puedo esperar. Pero tienes que asegurarme una cosa—. Por favor.
—Te dije que no puedo —Quetz mantuvo su postura.
—Debes reunirte conmigo al menos una vez al mes. O dame tu dirección, vendré a verte una vez al mes —dijo Cole, apoyando su mano.
Quetz retiró sus manos de los hombros de Cole y se giró para mirar el río. Sus aguas fluían rápidamente sobre los cantos rodados y las pequeñas rocas de las orillas, haciendo un sonido burbujeante dondequiera que se encontraban con ellos. El reflejo de los rayos de la luna hacía brillar sus aguas y parecía como si las estrellas hubieran descendido sobre él desde el cielo. Respiró profundamente. —Cole, no creo que eso sea posible, pero lo voy a intentar.