—Lo siento, me quedé hipnotizada por lo cercanos que parecen ustedes dos —se disculpó.
Ella parecía realmente hechizada, pero no por su afecto; estaba sorprendida de ver que el Maestro Mo de Ciudad de Jingdu, una leyenda, podría tener un lado tan tierno. En vez de la famosa belleza, Jing Zhimei, él estaba con una chica de rasgos delicados. Sospechaba que su viaje a Montaña Imperial debía ser por esta chica. Pero, ¿qué hacían los dos en Montaña Imperial? Tenía que averiguarlo y reportarlo a su jefe.
—Hmm —asintió Qin Qin, sin decir mucho.
—Debes estar cansada, ¿por qué no tomamos un descanso? —la mujer encontró un lugar para poner su cesta y ofreció a los dos algo de agua de dentro de ella—. ¡Tengo agua aquí, toma un poco!
—No es necesario, gracias, no tenemos sed —Qin Qin declinó.
Los ojos de la mujer se oscurecieron por un momento pero rápidamente recuperó su sonrisa. —Por cierto, mi nombre es Ah Mei, ¿y los vuestros?