—Señorita Qin.
—Señorita Jing.
Las dos mujeres intercambiaron miradas, sonrisas curvando las comisuras de sus labios, pero ninguna sonrisa llegó a sus ojos.
—Señorita Qin, ¿no es esta farmacia un poco demasiado simple? Con tus habilidades médicas, ¿estás contenta trabajando en una farmacia tan pequeña? —Jing Zhiyue preguntó con una elegante sonrisa, su agradable voz teñida con un toque de frialdad.
—¿Qué intentas decir, señorita Jing? —Qin Qin levantó la mirada hacia Jing Zhiyue. Esta vida de Qin Yuanshuang tenía, de hecho, un rostro hermoso, uno que podría hacer que cualquier hombre sienta lástima y afecto, pero desafortunadamente, bajo esa belleza había un corazón venenoso.
—Señorita Qin, ¿por qué no consideras unirte a nuestra Secta del Doctor Divino? Puedo ofrecerte una posición como una anciana.