CAPÍTULO 34. La Verdad, Parte III

—¿Todavía quieres saber por qué es tan frío? ¿Por qué no puede tener un orgasmo incluso después de ser super rudo? —preguntó con tono curioso.

—Intenté hablar, pero no salió ni una sola palabra de mi boca. Sentía que me ahogaba. Solo murmuré en respuesta.

—¡Le quemaron sus partes privadas! —dijo en el tono más bajo posible.

—¿QUÉ? —salió más como un grito.

—Lo escuchaste bien, hermana. Lo quemaron. ¡Intentaron destruirlo! ¡Eran peores que monstruos! Por eso, Riven tiene que esforzarse mucho solo para sentir el placer. ¡Tiene que ser rudo solo para sentir la felicidad normal! —respondió Caleb en tono serio.

—¿QUÉ? —grité una vez más, pero más fuerte esta vez.

—Sí, es lamentable pero cierto. Estaban a punto de destruirlo completamente, seguido de sus otros órganos. En resumen, querían destruir su vida completa, pero afortunadamente, mi padre pudo rastrearlos y salvar a Riven a tiempo. De lo contrario, deberían haberlo matado —respondió Caleb en voz baja.