A pesar de estar en una silla de ruedas, la expresión de Alex era tan intimidante que todas las cabezas se agacharon excepto la de Joanna.
Algo en sus acciones en este momento hizo que su corazón latiera aceleradamente, y sus palabras solo intensificaron la sensación.
—¿Es necesario que tome una hora deshacerse de una persona insignificante? —Su mirada fría se posó en Daphne, cuyas lágrimas ahora se mezclaban con sudor.
El hombre en la silla de ruedas era tan sofisticado y formidable, diferente a todo lo que ella había visto antes.
Si hubiera sabido, habría sido más educada con Jack cuando llegó, como lo era con los demás.
Nada de esto habría ocurrido si no hubiese sido influenciada por los rumores que escuchó sobre el CEO interino, especialmente los relacionados con el Abuelo Aristóteles sintiéndose avergonzado por ello.