—Ten cuidado y mantén a Adelaide a salvo —dijo el Abuelo Aristóteles casualmente, pero Alex ya podía presentir algo sospechoso.
No había forma de que su abuelo hiciera una broma así, lo que aumentaba la preocupación de Alex.
El Abuelo Aristóteles tenía muchos enemigos, pero no podía revelar mucho sin ser parcial. Sin embargo, confiaba en las habilidades de Alex y solo podía ofrecerle una advertencia a su nieto favorito.
—¿Hay algo que quieras que sepa? —preguntó Alex, incapaz de ocultar la preocupación evidente en su rostro, especialmente cuando se trataba de Joanna.
El abuelo negó con la cabeza y respondió:
—No. Déjame ver hasta dónde llegarán.
Su respuesta aumentó la ansiedad de Alex, lo que lo llevó a preguntar de nuevo:
—¿De qué estás hablando? Conociendo a su abuelo, lo que se avecinaba debía ser significativo como para justificar tal precaución.
—No eres un hombre al que hay que darle todo mascado. Ya eres demasiado mayor para eso —respondió el anciano con indiferencia.