—En el pasado, he pasado incontables noches en vela —murmuré—. Preguntándome por qué a la vida se la llamaba vida, si vivir era como un bucle interminable de la noche.
—Nunca he tenido una respuesta, ni creo que alguna vez la tenga.
—Esta noche fue diferente —susurré—. Mirando el alto techo con la mente en blanco.
—Sería mejor si tuviera algo en que pensar —pensé—. Pero no, no tenía nada más que este peso en mi corazón.
—¿Estaba molesto? ¿Enfadado? ¿Triste? ¿Decepcionado? ¿Cuál era?
—Pero lo que sí sabía era que odiaba el hecho de tener este hueco en mi memoria —continué, reflexionando—. No importa cuánto intentara llenar ese vacío, no podía. Solo había esta pieza faltante que no podía recuperar.
—¿Odio a Sam por ello? Definitivamente no —afirmé—. Lo amaba, así que lo perdoné incluso antes de que viniera a disculparse. No es que espere que se disculpe, de todos modos.