Cosita fea

—No conseguí cerrar los ojos hasta que llegó la mañana y los sirvientes llegaron. Me trataron como a una auténtica realeza.

Los vestidos eran mucho más llamativos y de colores brillantes. Los sirvientes incluso aplicaron polvo ligero y colores en mis ojos y labios.

Me miré a mí misma frente al espejo. Mi mirada se fijaba en el par de ojos color oliva que me devolvían la mirada. Cabellos castaños formaban grandes rizos que caían sobre mi espalda; algunos accesorios para el pelo con gemas reales adornaban un lado de mi cabello.

Mis labios pintados de un rojo profundo, a juego con mi vestido negro y rojo. Los colores del vestido realzaban mi tez cálida y de subtono a un grado increíble.

—Parezco bonita... —susurré, pero no con asombro.

Aunque lucía diferente, vestida de manera diferente, haciendo que pareciese refinada y costosa. Apenas podía reconocerme. Me sentía como una muñeca, vistiéndome para el gusto del amo.