No está tan mal

—¡No quiero parecer fea! —exclamó ella en pánico.

—Samael se congeló por un momento antes de preguntar —¿Quién ha dicho eso?— y avanzó hacia ella, deteniéndose cuando estaba a su alcance.

No podía entender la extraña furia que surgió en su corazón con el simple pensamiento de que ella pensara así. Él nunca sintió que —ni antes ni ahora en este estado variable— ella fuera una vergüenza... si algo, este desconocido sentimiento de vergüenza le apuñaló las entrañas.

—No, no es... eso —ella respondió, apenas llegando a sus oídos. Definitivamente es eso, él pensó.

Había visto, justo momentos antes, cómo Cassara levantó la mano contra Lilou. Sería más extraño para él no darse cuenta de que todos en el palacio la avergonzaban. Y aún así, ella intentaba inventar una excusa para no causar más problemas. Y él la dejaba. (Por razones que él mismo no comprendía.)