Recuperando la pieza final

—Tienes razón. Cualquier cosa puede suceder en este palacio... por ejemplo, alguien podría encontrar tu cuerpo sin cabeza.

Mi ceño se levantó mientras sentía otra presencia a lo lejos. Cassara tuvo suerte, pensé.

Me incliné hacia su lado y susurré en su oído:

—Siempre me pregunto por qué siempre faltas en cada reunión importante. Resulta que eres ridículamente débil.

Cassara se estremeció bajo mi agarre y no pudo moverse del shock. ¿Pensaba que mis recuerdos con Esteban eran todos de mariposas y arcoíris?

—Su Alteza Real, ¿podemos guardar esto en secreto entre nosotras? —Incliné un poco la cabeza hacia atrás, dándole una mirada de reojo mientras ella desviaba sus ojos temblorosos hacia mí.

—¿Cómo te atreves? ¿Crees que escucharé a un simple humano como tú? —Su voz titubeó, pero aún así mantenía una fachada valiente.

Un suspiro se me escapó mientras Cassara demostraba ser todo un personaje. No solo era inútil, sino que su orgullo tampoco coincidía con su disposición.