—Has estado callada, Kristina. —Kristina giró la cabeza hacia un lado, encogiendo los hombros mientras Noé se sentaba en las escaleras del porche donde ella estaba—. Desde aquel día... ¿hay alguna razón?
—Razón... bueno, nada en particular. —Un suspiro acompañó sus comentarios, tomando una respiración profunda—. Solo... sí, no es nada.
Kristina bajó la cabeza, jugueteando con sus dedos. No podía simplemente decirle a Noé que la persona que persiguió y con la que tuvo una confrontación hace una semana le recordaba a alguien que ya estaba muerto.
Noé la estudió por un momento, separando los labios, pero suspiró profundamente.
—¿Realmente crees que voy a creer que no es nada, Kristina?
—Solo finge que lo crees.
—Quería hacerlo, pero siempre que estás tan distraída, la razón es siempre él.
El lado de sus labios se curvó con amargura, levantando la cabeza para mirar a Noé. Este hombre los conocía por dentro y por fuera, como un hermano mayor.