Esos tres están tan muertos

Heliot entrecerró los ojos mientras disminuía la velocidad. Lo que había delante de él era una mansión en ruinas que parecía que nadie había visitado en años. Avanzó trotando a través de las puertas rotas y oxidadas. Mirando alrededor, las hojas marchitas de todas las estaciones pasadas crujían bajo la pezuña del caballo. Sin embargo, eso no le molestó mientras fijaba la vista en la vieja y lúgubre mansión gris.

—Gracias —dijo, acariciando al caballo mientras se desmontaba.

Heliot ató al caballo a uno de los pilares del porche de la mansión. No había un sentido de temor en sus ojos mientras entraba al lugar aparentemente embrujado con calma.

«Qué silencio», pensó, mirando hacia la puerta abierta al sentir que la gente de Lilou ya estaba cerca. «Su gente es realmente sorprendente, de alguna manera».