Luciendo la marca

Desde que Dmitri había marcado a Adriana, el sellado definitivo de su lazo de almas había ocurrido. No solo podían escuchar los pensamientos del otro, sino que tampoco podían vivir el uno sin el otro. En caso de que uno de ellos muriera, el otro nunca podría encontrar una pareja diferente y viviría una vida de miseria. Si uno de ellos sentía dolor, el otro automáticamente lo sentiría también. Y si uno se sentía feliz, el otro estaría jubiloso. Era un lazo que nunca les permitiría separarse. Marcar también significaba que ahora ella era una parte integra de la manada de su alfa y podía escuchar mentalmente a todos los miembros de la manada.

Adriana sonrió. Se entusiasmó por los nuevos planes. —¿Cuándo nos vamos? —preguntó con entusiasmo.

—Por ahora, vamos a almorzar —dijo Dmitri con una sonrisa. La sacó del dormitorio. Adriana rió mientras él la jalaba.