El tormento de las Adrianas

—¡No! ¡No! No quiero un harén. Ven a mí, cariño —gritó, extendiendo sus brazos frente a él.

Adriana chasqueó los dedos y todos desaparecieron. Se rió a carcajadas y luego fue a sentarse en su regazo. Besó sus labios y dijo —¿Y ahora qué vamos a hacer?

—Qué pregunta más tonta —respondió él y lanzó su toalla al otro lado de la habitación. El dosel de flores los rodeaba.

Cuando fue hora de cenar, los dos se cambiaron y salieron. Una vez más, Dmitri comentó —Creo que me encantaría ver ese harén otra vez.

—Hmm…

Al día siguiente por la mañana, Adriana se levantó más temprano que Dmitri. Él estaba durmiendo y sonriendo al mismo tiempo. Durante la noche había murmurado varias veces —Adri, no huyas, déjame quitarte esa ropa... Segunda Adri, ven a sentarte en mí... tercera Adri...

Adriana estaba enfadada para cuando llegó la mañana. Así que se levantó en silencio y se vistió. Justo antes de irse chasqueó los dedos y las cinco Adrianas reaparecieron.