24 No llores

—La sangre salpicaba por todo el suelo y Bernice soltó un grito de dolor —. Todavía tenía los pies atados y solo podía cubrirse la herida con su última mano, retorcida y retorciéndose en el suelo.

—¿Su Alteza? ¿Delia? —Alen fue a revisarme nerviosamente a mí y a Kral.

Todo mi ser estaba en los brazos de Kral. Los poderosos brazos de Kral me sostenían con fuerza, mi cabeza descansando en su amplio pecho, su cálido aliento llenando mi respiración. Lentamente me solté de su abrazo. Era tan peligroso, pero no me sentía tan desesperada y asustada.

—Estoy bien, Alen —sacudí la cabeza, temerosa de mirar la cara de Kral.

Pero cuando levanté la vista, vi la expresión sorprendida de Alen. Rápidamente giré para encontrar a Kral con la cabeza gacha, apretando su brazo, y una pequeña abertura apareció en el tejido perfectamente liso.

—¿Su Alteza...? —La voz de Alen se alarmó, y yo me cubrí la boca y miré fijamente la sangre purpúreo-negra que fluía de la abertura.