—¡Es Bernice!
—Rápidamente miré en la dirección del sonido, y Alen asintió con la cabeza hacia mí. Sabía que había encontrado el lugar.
—Vivian me susurró —Hermana, ¡hay un gran olor a sangre!
—Silenciosamente apreté mi manga y observé a Alen sellar una vela, luego la colocó en la pared negra. Una luz dorada brilló y la pared hizo un ruido fuerte.
—«Guau», Vivian nunca había visto algo así.
—Con un estruendo, la pared se agrietó a ambos lados. El polvo llenó el aire y Alen nos empujó hacia atrás a Vivian y a mí.
—Después del polvo, vi a una mujer a través de la barandilla de madera. Sus manos y pies estaban encadenados a la pared, y una cadena alrededor de su cuello hacía casi imposible ver si respiraba.
—Su cabello caía sobre su rostro. Su ropa era indistinguible y sus miembros expuestos mostraban marcas rojas oscuras. Había una mancha negra a sus pies, dejada por algún objeto desconocido. En la celda del sótano, que tenía poca luz, todo en ella parecía ominoso.