86 Quiero irme de Kral

La partida del hombre en la túnica gris sumió a todo el salón en silencio. El rostro del Príncipe Kral se oscureció, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse. Sus ojos dorados reflejaban la luz, pareciendo un fuego furioso a punto de estallar.

—¿Escapó? —murmuró el Príncipe Kral en un tono bajo pero peligroso, mirando en la dirección donde el hombre misterioso había desaparecido.

Los nobles intercambiaron miradas, y todos podían sentir la creciente ira en los ojos de Kral, como un volcán dormido al borde del despertar. Bajaron la cabeza, sin atreverse a responder a su pregunta.

—Déjame intentarlo, Su Alteza —avanzó Alen. Con una expresión solemne, colocó su espada donde el hombre misterioso había estado antes. El choque del acero frío contra el mármol produjo un sonido crujiente y placentero. Pero el suelo no mostró ninguna huella, casi haciendo dudar de sus propios ojos y memoria.