No solo desconocía su información de contacto, sino que tampoco sabía su nombre; parece que la persona apareció de la nada y después se desvaneció como un soplo de humo, sin dejar rastro.
Hannah Johnson estaba ocupada con el trabajo, así que en cuanto se ponía atareada, no tenía tiempo para pensar en aquel perrito marrón.
De vez en cuando visitaba el hotel donde tuvieron el encuentro casual, nunca lo volvió a ver.
Sin embargo, una vez que fue a casa de Zoe a comer gratis, William de repente mencionó —¿No contrataste una tía que cocina? ¿Por qué sigues viniendo a nuestra casa?
—La despedí —mintió Hannah, sin sonrojarse ni alterarse.
—¿Por qué?
—La comida no era buena.
William estaba sospechoso pero no podía detectar ninguna anomalía.
—Zoe, ¿quieres ir de compras después de cenar? —Hannah cambió de tema.
—Mi tienda en línea acaba de abrir; estoy un poco ocupada, y además, tengo que ir a la casa antigua a cenar esta noche. Hagámoslo en unos días, te invitaré.