El Peso de la Supervivencia

—Miguel, está bien. Solo haz lo que puedas —le espeté, tratando de sacarlo de sus pensamientos negativos—. ¿Le dijiste a Sinclair?

—¡Claro que se lo dije! —Su voz se tornó más baja, ojos yendo de nuevo hacia el viejo que todavía estaba junto a la mesa, congelado en la desesperación—. Le dije que este sería nuestra primera prueba en vivo en un perro. Le expliqué que no sabemos cómo va a reaccionar, que cada animal responde de manera diferente. Hemos probado con animales más pequeños pero

—Sí, sí, ¡ya lo entiendo! —Lo corté con un gesto, la irritación emergiendo a flote—. Solo asegúrate de que el perro viva, ¿de acuerdo? No me importa la ciencia. Eso es tu departamento, no el mío.

No me interesaban las tecnicidades o los riesgos. La conclusión era simple: si Sebastián moría, también lo haría mi oportunidad de salir de este agujero infernal.