La malvada hermanastra

—Espera... ¿por qué iba a ser una de las hermanastras malvadas? ¡Si acaso, preferiría ser uno de los ratones que hacen vestidos!

—Si iba a estar en esta obra, entonces quería ser uno de los ratones, seguro.

—Levanté la mano, expresando mi opinión al profesor.

—Tus compañeros ya han votado para que seas una de las hermanastras malvadas —dijo el profesor con una sonrisa tranquila—. No te preocupes, solo tienen unas pocas líneas, a diferencia de Cenicienta, la Madrastra Malvada y el Príncipe.

—Es justo que ella sea una de las hermanastras malvadas. Estaba robando el papel de Sophie, ¿verdad? Aunque fue adoptada pero actuaba como la verdadera señora de Rosette. Es repugnante —escuché murmurar a una de mis compañeras de clase.

—Cuando la miré, rápidamente cerró la boca y evitó mi mirada.

—Idiota, no la acoses en público. ¿No escuchaste lo que le pasó a Jessica? —alguien más susurró agudamente.

—Decidí ignorarlos y volví a dirigirme al profesor—. ¿Pero qué hay de lo que yo quiero?