[EVE]
Me desperté no por el molesto sonido de mi alarma, sino por algo grueso y pegajoso que me lamían en la cara.
Con somnolencia, entreabrí un ojo para ver la gran y alegre cara de Sebastián sobre mí, moviendo la cola de su manera típica y feliz.
—Mm... ¿qué? Es fin de semana —murmuré, subiendo las cobijas en protesta—. ¿Por qué me despiertas tan temprano?
Sebastián no se inmutó por mi estado somnoliento y empujó su nariz contra el despertador en mi mesita de noche, como si tratara de señalar algo.
—¿Qué? ¿Tienes hambre? —bostecé, mirando el reloj—. Solo son las diez de la mañana, Sebastián. ¿No puedes dejarme dormir hasta las once? Es fin de semana.
Justo cuando empezaba a cerrar los ojos de nuevo, un pensamiento repentino me despertó.
—¡La subasta!
—¡Oh, cielos! —Salí de la cama de un salto, agarrando el despertador y mirando la hora—. ¡La subasta es a la una!