Fui un desastre toda la noche, incapaz de encontrar la paz después de lo que había pasado.
El sueño llegó en momentos fugaces, demasiado superficiales para ser reparadores, dejándome enredada en una neblina de agotamiento y confusión.
En este momento, lo último que quería era enfrentarme a Cole. Mi habitación se sentía como el único refugio seguro que tenía, aunque en el fondo, sabía que incluso esa seguridad era una ilusión—él podría traspasarla sin esfuerzo si quisiera.
Intenté dormir de nuevo, forzando a mi cuerpo a relajarse, pero mi mente me traicionaba, repasando cada momento, cada palabra, cada beso.
Cuando por fin llegó la mañana, la luz que se filtraba por las cortinas parecía una broma cruel.
—¿Eh?
—¿Cuánto tiempo había estado dormida? ¿O es que siquiera había dormido del todo?