—¿Sabes lo que has hecho? —ladró, su voz cortaba a través del aire tenso.
Sophie se estremeció, sus labios temblaban, pero no dijo nada. No podía.
Incapaz de contener su frustración, Sullivan hizo algo que no había hecho desde que Sophie era una niña—la golpeó. La fuerte bofetada resonó en la habitación estéril, dejando a Sophie atónita y callada.
Sofía inhaló abruptamente, yendo al lado de su hija, pero no se atrevió a reprender a su esposo.
—Si no hubieras sido tan torpe e inútil —gruñó Sullivan, su voz baja pero hirviente—, no estaríamos en esta situación. Podríamos tener una oportunidad. Pero ¿ahora? Sacudió la cabeza, su expresión una de total desesperación. —Ahora, somos nosotros quienes pagamos por tus tonterías. ¿Y para qué? ¿Para acabar en bancarrota y suplicándole a mi padre que nos acoja de nuevo?