—Ese —dije, interrumpiendo al gerente de ventas a mitad de frase—. Nos lo llevaremos.
—Magnífica elección. Solo conseguiré las llaves y, tal vez, podríamos darle una vuelta de prueba —dijo el gerente con una sonrisa profesional antes de desaparecer en la trastienda.
Unos momentos después, volvió, sosteniendo el elegante llavero negro. Antes de que Daniel pudiera reaccionar, tomé la llave y se la entregué con una sonrisa radiante —Sé que es un poco tarde pero, mi Regalo de Navidad para ti.
Daniel se quedó helado, mirando la llave en mi mano extendida como si fuera un objeto extraño. Su expresión cambió de confusión a sorpresa, con los ojos muy abiertos mientras balbuceaba —¿Q-qué? Lina... ¿qué está pasando? No puedo.
—Feliz regalo de Navidad, cariño —dije juguetonamente, sonriéndole, con las comisuras de mis labios subiendo en una sonrisa.