—Tú te ves... diferente —comenzó Elena, su voz suave, como seda envolviendo cada palabra. Ella estaba intentando—Cole podía ver eso—. Más maduro, por supuesto. Has crecido a tu manera. Siempre has tenido ese... filo en ti, aunque.
Cole no respondió de inmediato, dejando que sus palabras quedaran suspendidas en el aire, frías y distantes. En lugar de eso, jugueteaba con el borde de su vaso de agua, con la mirada desviándose hacia la puerta, contando los segundos hasta que pudiera hacer su escape.
La presencia de Elena, su persona pulida, la manera en que intentaba atraerlo—no le interesaba.
No más.
—Me alegro de que te esté yendo bien —dijo él, su tono plano, mientras la examinaba de nuevo. Su sonrisa flaqueó un poco, pero ella se recuperó rápidamente.