Después de recoger el arco de Flavie, Abel cavó un hoyo en la entrada con su espada. Una vez que terminó de cavar, puso el arco dentro del hoyo y comenzó a llenarlo. Luego encontró un trozo de madera y construyó una tumba con él. Talló en la madera con la punta de su hoja.
—Aquí yace una gran y leal guerrera. Su nombre era Flavie; la pícara arquera que custodiaba esta tierra. —Después de hacer todo eso, hizo otra reverencia frente a la tumba. Podría ser diferente, pero definitivamente merecía respeto por ser la leal guerrera que era.
Justo cuando Abel estaba a punto de caminar hacia el final del camino, sintió un aire helado que se le venía encima. No es de extrañar que se llamara Llanuras Frías. La temperatura era al menos veinte grados más baja que en el Páramo de Sangre.
Abel comenzó a mirar alrededor. Siempre que encontraba algunas rocas duras en el suelo, intentaba cavar algo con su gran espada. Desafortunadamente para él, lo único que conseguía eran solo un montón de rocas.