El Comandante en Jefe Hoover estaba un poco sorprendido. Su espada ya era una espada mágica de alta calidad hecha por Abel. Si Abel le daba otra, solo podía significar una cosa: esta nueva era mejor.
Como Comandante en Jefe, amaba las armas por encima de todo. Una buena arma era la línea de vida de un caballero.
Había estado sosteniendo espadas de caballero toda su vida, pero una mirada curiosa surgió de repente en su rostro cuando sostuvo esta nueva. La espada parecía ordinaria; ni siquiera se sentía como una espada mágica.
Pero esto solo lo hizo más emocionado. Esta era la nueva obra del gran maestro Abel, y confiaba en Abel más que en sus propios sentimientos.
—¡Gran Maestro Abel, protegeré el ducado de Carmel con la espada que me concedes! —El Comandante en Jefe Hoover colocó ambas manos sobre su espada e hizo una reverencia.